Cerrar los ojos

Cerramos los ojos cuando queremos concentrarnos en algo. Cerramos los ojos para aislarnos del mundo. Cerramos los ojos cuando queremos hablar con Dios sin distraernos...
¿Pero cerramos también los ojos cuando estamos en misa?

El otro día comentaba un amigo su manera de vivir la Eucaristía y me decía: "hago propósito de no cerrar los ojos". El sentido que le daba a este gesto es el de reforzar la dimensión comunitaria de la Eucaristía.
Cuando cerramos los ojos nos concentramos en la relación personal con Dios, pero nos olvidamos de que estamos haciendo una oración comunitaria. Estamos todos juntos haciendo lo mismo pero, si cerramos los ojos, no nos enteramos de lo que hacen los demás.
Hemos empezado esta cuaresma con la lectura "Tú, cuando vayas a rezar, entra en tu aposento, cierra la puerta y reza a tu Padre, que está en lo escondido...". La oración personal es una clave fundamental de nuestra relación con Dios, pero no la podemos confundir ni sustituir por la oración comunitaria de la Eucaristía. Cada una tiene su lugar y su dimensión específica.

De modo que cuando vayamos a misa, no nos quedemos en nuestros aposentos, ni cerremos la puerta, ni nos quedemos escondidos en un rincón con los ojos cerrados y la boca callada. Participemos con la comunidad que celebra, abramos bien los ojos para reconocer a los hermanos que nos acompañan, abramos la boca para cantar al Señor y alabarle. Pongamos los cinco sentidos porque la Eucaristía es un envío a vivir la vida de la mano de Dios en la realidad en la que nos ha tocado vivir.

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