Los gestos en la Eucaristía

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Este curso estamos haciendo una campaña en la misa de Bachilleres para que caigan en la cuenta de la importancia de los gestos en la Eucaristía. Se trata de recordar que somos una comunidad que vivimos juntos la presencia del Señor y por eso hacemos todos los mismos gestos que se hacen en el resto de misas de la Iglesia Católica. Nos ponemos en pie al empezar, nos sentamos para escuchar las lecturas, excepto el Evangelio que también lo escuchamos de pie, nos damos la mano en el Padrenuestro, hacemos una procesión para ir a comulgar al altar, etc. 

Estamos prestando especial importancia a que se enteren de lo que hacen, de donde están y se acostumbren  a estar en silencio atendiendo a lo que ocurre. Ya escribí aquí el curso pasado algo sobre los problemas de las misas con chavales entre los 13 y los 17 años. Este año seguimos igual porque cada curso entra una promoción nueva de chicos de trece años que, a veces, no se saben ni las oraciones. No paran de hablar unos con otros, se distraen y para evitarlo, procuramos que la misa esté preparada por ellos con monición de entrada, peticiones, ofertorio y acción de gracias. Elegimos cantos animados para que canten y den palmas. Y después de tanto esfuerzo dejamos en manos del Señor que les toque el corazón.

El hacer una misa adaptada a un grupo específico y a unas edades determinadas no tiene por qué contraponerse con lo que hacemos en una misa abierta del domingo en una parroquia. Si cambiáramos mucho las cosas el resultado sería que los chavales acabarían desorientados. Hay signos que confieren señas de identidad propias de un grupo, pero deben convivir con los signos que nos integran dentro de nuestra iglesia.

El lunes pasado en la misa de Profesionales sufrimos nosotros mismos esa desorientación cuando el Vicario que presidía la Eucaristía hizo la oración del Ofertorio que viene en el misal. Primero ofreció el pan, esperando que contestáramos "Bendito seas por siempre Señor" y después ofreció el vino de la misma manera. Pero la mayoría de la gente está acostumbrada a hacer una sola oración junto con el sacerdote y acabamos rezando cada uno lo que pudimos. Si cada cual hace un gesto distinto, resulta complicado sentirse unidos como comunidad.

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